En mi vida, he visitado distintos tipos de peluquerías que podría encasillar en 2 simples categorías:
a) Peluquerías de Barrio
b) Peluquerías "con onda"
Cada una de las categorías tiene sus particularidades, pero las 2 comparten un detalle: son un lugar al que no me gusta ir. Me siento incómodo como casi no me siento en ningún otro lado.
Nervios, miedo, transpiración, paranoia, arrepentimiento... entrar (y salir) de una peluquería, no es nada fácil pero por sobre todas las cosas no es una experiencia agradable. Lo estiro lo máximo posible: cuando a la mañana me baño y tengo el pelo mojadito digo "esto zafa, no hace falta cortarse" pero a las 2 horas es un nido de caranchos y digo "hay que cortarse ya".
Pero como al otro día empieza de nuevo... hasta que llega EL DIA. Ese día en el que a la mañana ya no opino que sea salvable la situación... entonces inmediatamente (10 días después, masomenos) me estoy cortando el pelo.
La transición de pasar de peluquerías "A" a peluquerías "B", se dió en mi caso con el tiempo pero fue un hecho casi irremediable: La globalización hizo que empezaran a aperecer más peluquerías "B" y de a poco fueron desapareciendo las peluquerías "A".
Sin embargo, lo disfruté. Sufría muchísimo el día en el que tenía que entrar a una peluquería de barrio y con la aparición de las peluquerías "con onda" pensé que todo iba a ser mejor. No. Otro fracaso del malentendido progreso.
Ya desde chico, lidiaba con algunos problemas capilares: el pelo no me crece para abajo, me crece para afuera. Entonces, a medida que pasaban los días tenía más pelo alrededor de la cabeza, pero no me llegaba cada vez hasta más abajo... raro, no?.
Además, de chico tuve mucho piojo. (Sí, mi infancia fue muy jodida, Nopucid, vinagre, curanderas... duro, eh).
Principalmente estos 2 hechos concluían en que las visitas a la peluquería (clase "A") eran cada vez más frecuentes, y el resultado era siempre el mismo: salía rapadito, rapadito. Era obvio que no iba a la colimba, el sucio tenía piojos.
Cuando pasó un poco el tiempo, dejé de tener piojos como si fuera un cartonero roñoso y pasé a poder elegir entre otros estilos capilares. Igual, al pedo: siempre me termiba cortando igual, rapadito.
Por eso era un karma para mí la peluquería... nunca salía con lo que yo quería.
Recuerdo la única vez, en la que entré a la peluquería y ví sentado a la víctima anterior de ese carnicero y dije "Así! me quiero cortar así!!!".
"No podés, nene... vos no tenés el pelo crespo..." (Es el día de hoy que sé lo que es el pelo crespo)
"Lo de siempre entonces..." le contesté con cara de puchero.
En definitiva todos los meses era lo mismo: el pelo se ponía rebelde, íbamos a la peluquería de barrio más barata posible y el boludo salía con el pelo cortito, como si fuera un testículo con incipiente pelusa.
Hasta que aparecieron las peluquerías de clase "B".
"Ahhh... ahora la cosa tiene que cambiar", me dije. Esta tenía que ser mi oportunidad.
Ya no existe más el viejo peluquero que atiende con mangas de camisa arremangada y pantalón de vestir. Ahora tienen uniformes que son como de enfermeros pero color negro con fucsia...
Las luces ténues de antaño pasaron a ser tubos fluorescentes... parece que la suerte está de mi lado y ahora nunca más voy a volver a sufrir.
No. No fue así.
Las peluquerías modernas son casi como un maxikiosco de esos que tienen locutorio, fotocopias, panchos, juguetes de peluche, anteojos, chicles y sandwiches de miga.
Ya no son más para cortarse el pelo solamente... también uno se puede hacer color, las manos, los pies, cavado, 1/2 pierna y otro montón de pelotudeces que ni siquiera sé que son, pero que día a día inundan las vidrieras y confunden el intercambio inicial entre recepcionista y cliente (he aquí otra novedad: en las peluquerías "B" HAY RECEPCIONISTAS!!!)
Entonces la primer pregunta obligada es "te vas a cortar?".
Claro que sí... o acaso venden pollos al spiedo en este lugar, carajo?
Y después arranca el martirio: ya no es uno solo el victimario, a la manera de los restaurantes americanos que en vez de un mozo hay mozoS "especializados": uno que trae la bebida, otro que retira las cartas, otro que trae el pan, ninguno que trae el hielo y todos que reclaman la propina; ahora hay uno que te lava el pelo, otro que te pone la bata alrededor del cuello y recién hay otro que te va a cortar y otro que barre... por eso cuestan 40 pesos en vez de 10: hay 10 tipos más que antes.
Hasta que llega el momento de sentarse frente al peluquero y empiezan los conocidos nuevos-viejos problemas
"Cómo te vas a cortar?", pregunta él
Cómo, que "cómo me voy a cortar"???? Primero que nada, no me voy a cortar solo.. me vas cortar vos. Segundo, no sé como explicártelo... sé que quiero un poco más cortito de acá atrás, un poco más largo el flequillo y la oreja descubierta y la patilla no muy gruesa.
Entonces, empieza un momento dificilísimo, donde el tipo empieza a cortar COMO SE LE CANTA y haga lo que haga yo no voy a estar contento ni satisfecho y voy a sentir que tiré 40 pesos a la basura. Me pone el espejo en la nuca, le digo todo que sí y chau... si ya estoy perdido. O me lo vas a dejar más largo ahora ???
Pero claro, no me voy a dar cuenta ahí en la peluquería: si me diera cuenta en el momento lo solucionamos, de última me rapo. Pero noooo.... Cuando salgo de la peluquería me siento el tipo más ganador de todos... el problema es a la otra cuadra, al cruzar el primer espejo o ni bien me baño y trato de repetir eso de mover un poco los dedos para arriba, untarse gel en la yema de los dedos como si fuera no sé qué y hacer magia en un corte de pelo que es una mierda, pero que los tipos te lo hacen quedar 10 puntos pero solo por un ratito...
No sé qué voy a hacer, no sé cómo se soluciona esto, no sé cómo se lucha contra este flagelo y mientras tanto seguiré siendo una más de las víctimas casi silenciosas.
Lo único que aprendí, es no cortarse el pelo al mediodía, en una escapada de la oficina: volver de almorzar con el pelo corto, es una vergonzosa situación casi irremontable.
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