lunes, 30 de agosto de 2010

Testamento

Me levanté de la siesta con un dolor de cabeza más fuerte que el que tenía cuando me acosté y se me ocurrió tomarme la presión. Estaba alta, 14/8.
La primer pregunta para hacerse es quién tiene a mano un tensiómetro cuando le duele la cabeza, quién se toma la molestia de usarlo para ver qué onda y quién realmente sabe cuánto es alta y cuánto es normal.

La respuesta a todas las preguntas, contestas en una misma persona: io.

Me puse el traje de hipocondríaco (siempre lo tengo a mano por una emergencia de este tipo), le comuniqué la situación a la persona más cercana y seguí adelante con lo que la vida tenía planeado para mí.
3 horas de shopping después la cabeza aún me latía con fuerza y volví a tomarme la presión: había subido a casi 15/9. No hace falta ser cardiólogo para darse cuenta que eso no puede ser bueno, alcanza con saber contar.

Hice rápidamente las cuentas y estimé que a esa tasa de crecimiento, debería reventar al cabo de 24 horas. No podía esperar tanto tiempo para ratificar o descartar mi teoría y en caso de ratificarla no iba a poder disfrutar el triunfo.

El traje de hiponcodríaco fue adornado con los accesorios de víctima que hacen juego, volví a comunicar las circunstancias (ahora ya era por si me moría en los próximos minutos) y carné de la obra social en mano, llamé a preguntar dónde era la guardia más cercana.
En el teléfono de Urgencias me atendió Santiago.
Vacilé, claro, en la conveniencia de llamar al teléfono de Emergencias - RIESGO DE VIDA pero consideré que aún faltaban unas 6 horas para necesitarlo.

Los intercambios de rigor, que la edad, que el teléfono, que el número de afiliado, que qué le pasa. Cuando dije presión alta,
el bueno de Santiago me sugirió cambiar la visita a la guardia por un médico que viniera a mi domicilio. Insistí en que no era necesario y Santiago insistió más aún. Noté que la situación lo alarmó, imaginé que mientras mantenía el teléfono con una mano ya se había levantado de su silla y agitaba los brazos para llamar la atención de un equipo especial para casos extremos y empecé a buscar la mortaja entre las perchas del placard a la vez que aceptaba su oferta.

Me bañé con agua muy caliente porque recordé que cuando me siento bien eso me hace bajar la presión y sentirme mal. Como aún no habían tocado el timbre, aproveché para afeitarme.
Mentalmente había ubicado las pantuflas, el pijama más bonito y el necesaire que me parecía más adecuado para la inminente internación porque desde mi punto de vista no había final alternativo. Sí, claro, la muerte, pero para eso no necesitaba prepararme: vendría la parca a llevarme sin intermediar anuncios, advertencias ni preavisos más que los 15/9 de presión que ya debían estar mucho más altos todavía.

Media hora después del llamado llegaron los médicos (no 1, 2 médicos), bajaron de su ambulancia (repito AMBULANCIA) y subieron rápidamente con sus enormes cajas llenas de antibióticos y anzuelos en una (la caja es la misma que usan para pescar) y seguramente un desfibrilador portátil en la otra.

Mientras uno me distraía y me preguntaba detalles de mi día para saber si había pasado de buena manera las últimas 24 horas de mi existencia, el de uniforme celeste me tomaba la presión. La respuesta nos sorprendió a todos cuando anunció 11/7.

Tímidamente esbocé la posibilidad de que el baño haya sido la solución a todos los problemas, alternativa que no fue bien recibida por quienes dedicaron 10 años de su vida a estudiar los males que aquejan al ser humano en materia medicinal y sus soluciones. Solventado el breve incidente diplomático, continuamos con nuestra rutina de paciente-doctor.

Ahora, el otro brazo: 12/8. Es lógico, "porque está más cerca del corazón", explicaron.
Todo empezó a apuntar inexorablemente a nuestro humilde tensiómetro casero:
Lo desempaquetamos y los 12/8 se transformaron mágicamente en 15/9 una vez más.

Nos miramos, sonreímos y nos pusimos contentos de que las fallas eléctricas hayan sido la explicación para todas las dolencias. Me tomé un Tafirol, me vestí, comimos algo y me fui a un casamiento que tenía programado. Con un poco de cumbia vieja, algunos tragos y mucha joda se me fue bajando el dolor de cabeza y no fue necesaria ningún viaje en ambulancia.

Ahora solo me resta desarmar el bolso que preparé por las dudas que me tengan que internar y estar tranquilo sin comidas muy saladas ni tensiómetros muy berretas.

10 comentarios:

Roger Borratint dijo...

Ud. es consciente de la cantidad de idiomas en los cuales los médicos habrán proferido insultos contra su persona, ¿verdad?

A** dijo...

El post hace honor al título del blog.
No esperaba menos.

Parte de autoconfesión: tengo baja presión dicen las javies (9 o algo así). Está copado desmayarse...es como un un shut a toda la basofiay te despertás como en Memento. great.

Roger Borratint dijo...

Aaahh!! La baja presión, me ha dado tantas satisfacciones... ok, no tantas, estoy exagerando.

Descubrí hace unos años que yendo a donar sangre a las 7 de la mañana (hubo un momento de mi vida en que me levantaba temprano, sí), primero (o luego, no recuerdo) te daban un buen desayuno gratarola. Me morfaba todo y después no me sacaban una gota porque tenía baja presión.

Es una práctica muy aconsejable para épocas de vacas flacas. Si comés mucho ahí, incluso podés tirar hasta la noche sin morfar, y después es cuestión de pegar una olla popular o alguna Iglesia! jajajaja, ya me fui de mambo como si fuera un homeless ¿no?

Lo hice 5 o 6 nada más porque después dejó de darme la cara. Luego volví a intentarlo, pero lamentablemente esa vuelta mi presión estaba joya y no la pude caretear.

Ahora mi presión funca correctamente... extraño la baja presión.

LeO, ¿no tiene ningún beneficio tener presión alta?

Acá nosotros de la baja ya le tiramos dos! Experiencias copadas de desmayos y desayunos gratuitos.

LeO dijo...

Rogelio, no dudo que me hayan puteado en muchos más idiomas de los que creo que existen. Aunque después pensé "a los tipos le pagan lo mismo por hacerle resp. boca a boca a un viejo que se les va y por venir a mi bonita casa a charlar sobre tensiómetros digitales". Si lo pensás, deberían estar contentos y todo.


A**, muy loco lo de desmayarse! Nunca llegué a ese punto, porque cuando me baja la presión estoy en 12/8 (normal). Lo que sí me pasa es que me siento flojo cuando me baja a normal y me puedo clavar una torta entera con el pretexto de que necesito azúcar.


Rogelio, mi vieja tiene alta presión y toma todos los días na llapasti, lo mismo mi mujer y mi abuelo. Mi otro abuelo se cagó muriendo de una paro cardíaco y a mi abuelo (el 1° de nuevo) lo internaron con picos de 30 y cada 15 minutos le preguntaban si se acordaba como se llamaba.

Roger Borratint dijo...

Concluyo que la presión alta carece absolutamente de beneficios.

LeO dijo...

Querés la frutilla del postre?
Una hipertenso debería usar una sal especial (Genser, horrible) y debería evitar delicias como el jamón crudo.


Es más, la "frutilla del postre" no debería ser sin azúcar y ni hablar de crema.

Una mierda, bah. Por suerte tengo 11/7 yo, eh.

Pablo dijo...

La palabra clave en todo este relato es: necesaire.

Cuando leí esa palabra dudé de seguir leyendo el relato.

LeO dijo...

pmc, donde quiere que lleve mi cepillo de dientes, peine y termómetro si no llevo necessaire?

Pablo dijo...

El problema no es el elemento, que bien podría ser un "bolsito", la cosa es la palabra que me causa un poco de escozor.

LeO dijo...

Ah... era eso. Sí, es que soy muy amanerado y uso necessaire.