lunes, 25 de octubre de 2010

Control de plagas

Tengo 2 serios problemas:

Problema 1: Durante el fin de semana se armó una fiesta en mi balcón y vinieron todas los roedores del barrio. Se las vió animadamente recorriendo la baranda del mismo incansablemente. Lo que hasta ayer era una gracia, ahora me tiene encerrado en mi casa sin poder abrir la ventana del living (lo que voy a gastar de aire acondicionado...).

Problema 2: Para solucionar el problema 1, debo averiguar presupuestos y contactar especialistas en el control de plagas. Para eso decidí recurrir a la interné, pero en todas las páginas alusivas nombran a los "amiguitos" con nombre y apellido, los clasifican y hasta ponen fotos escalofriantes. Yo con solo nombrarlas me desmayo, menos que menos las puedo ver en una foto. En estas condiciones, nunca podré llegar a los formularios de contacto de las respectivas páginas.


Me siento Cortázar: Tengo la casa tomada.

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miércoles, 20 de octubre de 2010

El loco del bidet

En el baño de la horrenda oficina que frecuento, en el lugar donde podrían haber ubicado 4 cabinas para ser utilizadas por los aproximadamente 20 caballeros que las necesiten, decidieron instalar 2 cabinas normales y una super-especial que incluye bidet.
Como oyó, bidet. En un baño de una oficina, así es. No, no en el baño de un directivo, en el baño donde vamos todos.

Surgen, entonces, las siguientes preguntas:

a) ¿Qué tipo de persona decide poner un bidet en un baño semi-público? ¿Debería pensar que es una persona de otra nacionalidad, de otra cultura, de otro planeta?

b) ¿Qué tipo de persona escucha a un arquitecto que le sugiere instalar un bidet y dice "sí, que buena idea, dale para adelante"?

c) ¿Cómo se denomina al empleado con enfermedades mentales severas que hace uso de ese bidet manoseado por otros insufribles compañeros?

d) ¿No es paradójico que hayan puesto a disposición del público general un alcohol en gel gigante? O sea... en el baño pusiste un bidet, flaco. Empecemos por ahí.


Una sola vez entré a esa cabina, más por curiosidad que por otra cosa.
A pesar de que no usé el bidet aún se me erizan los pelos de la nuca cuando recuerdo la experiencia...

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lunes, 18 de octubre de 2010

Brownie loco

Parece ser que entre los jóvenes marihuanómanos y drogadictos se está extendiendo la costumbre de la pastelería indecente. Este concepto incluye el horneado de brownies, cookies o bizcochuelo de naranja "locos" (aka con fafafa adentro)

A mí, lo más loco del asunto me resulta que la gente que quiere estar bajo los efectos de un porro se tomen la molestia de cocinar una bandeja de brownies, dejar el horno y la cocina apestados para el pollo con papas que venga después, tener que esperar que se enfríe, cortarlo en porciones y tener que morfarse 2 kilos de chocolate en lugar de enrollar una seda y darle un par de pitadas a un faso.

Uds. me disculpan, pero me parece tan ilógico como que un borracho se quiera poner en pedo comiendo tiramisú.

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jueves, 14 de octubre de 2010

En tren de confesiones




Entre las ridículas costumbres que el ser humano se empecina en repetir en cada casamiento al que asiste, sin dudas se destaca la del nefasto trencito.
Por si acaso este texto fuera leído por un extrarrestre de galaxias recónditas a las que aún no han llegado los avances de la civilización (o en su defecto por un pelotudo) describo a continuación, de manera breve, en qué consiste la técnica del trencito: un desubicado (por lo general borracho y/o pajero y/o con desórdenes sociopáticos) agarra por la cintura a un ocasional compañero de pista de baile con el objetivo de que otros hagan lo propio y así generar una encadenada unión de caderas-brazos-caderas con la extensión suficiente para dar la vuelta al Congreso de la Nación o el Palacio Pizzurno un par de veces.

Comprendida entonces la dinámica del trencito del infierno, a continuación se describen los personajes que cada invitado podrá asumir durante los diferentes estadíos por los que atraviesa el tren desde su concepción, desarrollo e infértil evolución hasta su muerte.

El organizador: también conocido como el hijo de puta de los trencitos, espera agazapado los primeros acordes de un insufrible tema caribeño para agarrar de la cintura a la víctima más cercana con una mano e ir incluyendo "vagones" a lo largo de la pista. Si uno lo piensa bien, este personaje en realidad nunca avanza: como va agregando gente entre la locomotora y él, nunca abandona su lugar. Hasta podría hacerlo de sentado en su mesa.

La locomotora: por lo general interpretado por una chica bastante pechugona o un masculino de nalgas firmes, es el objetivo principal de los organizadores del ecosistema. Esta pieza del engranaje sabe que está abonado a la primera posición del trencito de la alegría y deberá responsabilizarse de que no se detengan en ningún momento la marcha, que el recorrido elegido no decante en enriedo de los participantes y deberá evitar el descarrile de los vagones más beodos. Un locomotora que se precie sabe que elegir empedrados o escaleras empinadas nunca es recomendable y mirar cada tanto para atrás a ver si ahora son solo 2 los pelotudos que siguen sacando la manito para saludar, nunca está de más.

Vagón comedor: como en los viejos trenes que recorrían largas distancias con paquetas señoras durmiendo en camarotes, siempre hay un vagón más codiciado que otro. Por lo general esta posición está conformada por la que precede a un Sr. que se conoce bien dotado o la consecutiva a una Srita. de culo fornido, cubierto de tela más bien finita y de una altura que permita la apoyada. Es común ver a gordas culonas disputarse la posición que podría resultar bendecida por las manos de un fortachón en la propia cintura y a pajeritos adolescentes sacarse los ojos por estar atrás del bombón de la fiesta y hacerse el que los empujan para justificar la erección.

Ramal Tigre: como en los andenes de la Estación Retiro, donde los experimentados pasajeros conocen en qué vía reposa el tren que los dejará en sus ansiados destinos y saben diferenciarlos de aquellos que solo los alejarán para recorrar la provincia como pelotudos, siempre hay a la vera de la pista un indeciso que no está seguro de sumarse al trencito, prefiere no molestar, no se siente cómodo con los demás invitados, preferiría no tener que tocarle el culo a la mujer de un amigo o simplemente está a punto de vomitar por tanto carnaval carioca. Los demás integrantes de un ferrocarril nefasto, no distinguen entre tanto luz estroboscópica, efecto lumínico en RGB y humo transgénico en qué situación se encuentra el transeúnte que hasta ahora no se había subido al tren y le extienden la mano para que abandone su postura y decida sumergirse en las aguas de la alegría encadenada en forma de medio de transporte humano. En el mejor de los casos, el indeciso se moría de ganas de participar (es común identificarlos porque están de espaldas al tren pero tratan de ponerse en el medio para que alguien se los tropiece) y se sumará sin dudarlo. En el otro extremo se encuentran aquellos a punto de devolver el primer plato y la entrada en la camisa de otro vagón a la primera sacudida. La manera de identificarlos es el color verde en el rostro, la mano en la boca aguantando la arcada y la camisa desabrochada hasta la mitad del esternón.

Vaya pensando quién quiere ser en el próximo casamiento al que asista. No sea cosa que quede como un pelotudo.

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martes, 5 de octubre de 2010

Sabias palabras

Luego del reconto de situaciones recientemente acaecidas en un tranco complicado que me toca transitar con eventuales compañeros de un ámbito particular, mi madre supo resumir todo con una sola pregunta: "¿Pero son todas putitas entonces?"


Say no more.

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