martes, 12 de agosto de 2008

Cuestión de piel

No me hago querer en los países. Lo sé. Me cuesta hacerme querer en mi Buenos Aires querido, menos me van a recibir con los brazos abiertos los mozos, botones, choferes y recepcionistas de países bananeros vecinos.

Lo tengo asumido y si hiciera terapia, seguro que tengo otro montón de temas para elaborar antes que éste. Créanme.


A lo que no me acostumbro a la discriminación que se hace por el color de piel. Eso sí que no.
Resulta que me toca estar un tiempito en un país casi casi caribeño donde el que no es negro mota al menos tiene un tonito que en Argentina ameritaría que lo llamen "Negro".

OK, bien por ellos. "Seguro que es porque se la pasan tomando sol", pienso para mí, mientras veo envidioso que les quedan mucho mejor que a mí los colores sobre su piel tostada y que pueden evitar preguntas del tipo "Te sentís bien? Estás todo ojeroso, casi verde".
Claro, no se les notan las ojeras ni los granos ni las imperfecciones producto de la sábana marcada en la cara o la afeitada a los apurones.


Entonces qué hago para solucionar el problema? Lo más obvio: le meto pileta, playa, sol y bronceador todo el tiempo que puedo a ver si después de estar acá encerrado unos meses en medio de la Revolución Bolivariana, al menos puedo sacar algo positivo.

Los resultados saltan a la vista: camino a la playa, bien temprano y con la ilusión a cuestas soy el más blanco de todos los que bajan por la autopista para pasar el día lagarteando bajo el sol.

Y a la vuelta? No solo soy el más blanco, sino que estoy más blanco que a la mañana, ya perdí la ilusión, tengo olor a sal y no me puedo ni parar de lo quemados que tengo los empeines.


Cómo puede ser??? Ellos usan crema factor 4 con bronceador y yo uso Dermaglós con factor 20 a prueba de todo y el que no se puede ni acostar soy yo !!!!

Hay algo que no me cierra.


(Además de los zapatos, porque me duelen los pies zarpado.... algo más.)

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Nadie es profeta en su tierra




Cuando uno sabe que va a pasar un tiempo en un país que no es el propio, puede adoptar una de 2 posturas: A) o se mimetiza con el lugar, comiendo las cosas típicas, hablando como hablan los nativos y viviendo sus costumbres; o B) hace fuerza para no dejar de ser nunca quien es, rechazando comidas extrañas, burlándose de costumbres y palabras graciosas.

Nunca falta el que se va de su casa creyendo que es super-hiper-recontra moderno y que se adapta a todos lados entonces busca en internet cuál es la comida típica y la pide ni bien llega!.
No solo eso, sino que trata de imitar el acento y usar las palabras que ellos usan incluso para hablar entre ellos.

Imagínese nada más un boludo que llega a la Argentina y ni bien baja del avión pide un mate y empieza a usar para todo palabras como "che", "boludo" y "groso".

¿Qué opinamos nosotros de un tipo así?
Que es un boluuuuuuudoooo. Muy bien.


Entonces, ¿por qué no abandonamos los intentos de hablar en colombiano, venezolano, chileno, brasilero y uruguayo y mejor nos concentramos en hacer bien las cuentitas, para que no nos rompan el upite los taxistas con el temita del cambio y los dólares relucientes de viajante recién llegado?


Hágale un bien a Ud., a su país de origen y al de destino: si ve un McDonald´s, no lo piense 2 veces. Un BigMac no le hace mal a nadie en ningún lugar del mundo. Lo máximo que le puede pasar es que le quieran cobrar el ketchup y ahí Ud. se caliente como es debido, pero va a evitar vomitar a las 2 horas de haber llegado a un país ajeno.

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