lunes, 17 de mayo de 2010

Delicias y dilemas de la burocracia

Llevo atada a mi cinturón con un piolín retráctil una bella tarjeta magnética. Seguramente eso está destruyendo mi capacidad de procreación a ritmo más lento pero más constante que el celular que llevo en el bolsillo, pero no me detengo a pensarlo. Es que no tengo tiempo.

Luego de atravesar la puerta giratoria (podría entrar por la puerta no giratoria, pero prefiero no lidiar con el "TIRE" y "EMPUJE"), sostengo la tarjetita por su extremo inferior, la estiro hasta llegar al sensor sobre la base del molinete, espero a que éste me de luz verde y cuento rápido hasta 4 para adentro antes de cruzar: es para evitar encontrarme con un molinete que debería estar abierto pero aún se mantiene firme en su tesitura de no dejarme pasar a riesgo de que sea un intruso. En mi imaginación, el molinete y el sensor discuten si dejarme pasar o no y más de una vez en el apurón me mandé durante esta discusión y me encontré con una dura barra de metal atravesada a la altura de los genitales. Calculé que si el envión era un poco más rápido podría haber volado por los aires como un motociclista en una competición de motocross. También supe de un Sr. que rompió su teléfono celular al dárselo de lleno contra este tipo de molinetes necios. Eso me terminó por convencer de que hay que darles tiempo. Tantear con la mano nunca está de más (en estas circunstancias, claro).

Sin embargo en este esquema primitivo de seguridad, los molinetes no son los seres más tercos de la comarca.
No, Señor.
Mientras siga habiendo "Agentes de Seguridad" y "Responsables de Seguridad Informática" dentro de la estructura de esta gran organización, los molinetes solo serán títeres de estos monstruos obscenos y abusivos.

Desde el lunes pasado descansa en algún escritorio la solicitud para que mi tarjetita también sirva para ingresar al cuarto piso, lugar donde estoy obligado a desarrollar mi actividad laboral diariamente. Esta puerta a veces está cerrada, a veces está abierta, cuando está cerrada a veces hay alguien que está cerca y la puede abrir de adentro, a veces no está ni la secretaria del piso para pedirle que me abra. Esta puerta no solo debe atravesarse un par de veces por día (para entrar, para salir, para ir a comer y para volver) sino que también separa la oficina de los baños, motivo por el cual es necesario pasar por debajo de ese umbral unas 40 veces por día (tengo que ir a un urólogo, lo sé).

Todos los días pruebo esperanzado a ver si la puta tarjetita abre la puta puerta del cuarto piso. Todos los días me llevo la decepción (GRANDE) de que la puerta no abre y apoyo la ñata contra el vidrio hasta que algún compañero me vea. Además soy nuevo aún, no puedo andar gritando o golpeando la puerta de vidrio porque quedaría el descubierto mi verdadera personalidad virulenta y agresiva.

Se me ocurrió entonces una idea magnífica: solicitar una tarjeta de VISITA para poder ingresar al cuarto piso. Sí, porque aunque parezca mentira, las VISITAS sí pueden abrir la puerta que yo (una "NO-VISITA") no puedo.
Grande fue mi desconsuelo cuando el Agente de Seguridad me indicó que está completamente prohíbido extenderme una tarjeta de VISITA, siendo yo una NO-VISITA. Si hubiera tenido la potestad para hacerlo, sin dudas me habría puesto las esposas y llevado encapuchado con una campera Adidas hasta la Sucursal más cercana. Ahora recapitulo sobre si le dí o no mi nombre completo o si sabrá cómo averiguarlo...

Entonces aquí estoy, pudiendo acceder al edificio, pudiendo hacer pipí, pudiendo irme a comer, volver de comer y hasta me puedo ir a lavar los dientes luego. Lo único que no puedo hacer es trabajar, porque si entro a la puerta maldita tal vez nunca pueda salir.

Tengo la firme intención de trabajar, pero no me lo están permitiendo. En este país no se puede.

7 comentarios:

eMe dijo...

Ud. no quiere laburar, sino, ya habría encontrado el modo de solucionar este temita, no jodamos...

Roger Borratint dijo...

La tarjetita debe ir escondida. Andar por la calle con la tarjetita colgando de la cintura le aviso que le otorga el rango de "payaso urbano".

Tenga cuidado!

Sobre el problema en particular, lamentablemente la solución es hincharle las bolas al responsable de que la tarjetita funque. Toodos los días un mail, un llamadito, otro mail, un "¿ya está?"

Porque en las empresas o hay demasiado laburo y entonces todo tarda; o hay muy poco pero nadie quiere hacerlo.

LeO dijo...

eMe, que injusta que es conmigo. Me voy a pedir un día por despecho.

Rogelio, hago lo posible para sacármela antes de bajar del subte... no siempre me acuerdo y sin dudas me siento un salame.


Quédense tranquilos, el inconveniente fue solucionado a fuerza de Correo de Voz. Hubo que llamar a decirles "te mandaron un mail hace 10 días..."

eMe dijo...

la famosa intimidación?

Roger Borratint dijo...

Sí, eso siempre funciona. La clave de cualquier empresa (entre otras tantas otras claves) es que la gente trata de laburar lo menos posible (ánimus delegandi), y nunca, jamás de los jamases quiere asumir la responsabilidad de nada. Por eso tanto mail, tanto acuse de recibo, tanto control. Muchas veces los esfuerzos de la gente por mantener su culo limpio, entorpecen absolutamente la fluidez del laburo.

¿Nunca le pasó que una persona no quería hacer algo si no tenía un mail que respaldara su accionar? Un clásico. Lo llamás para no tener que mandarle un mail, te dice que lo va a hacer todo, pero que necesita el mail!! AAARRRGGHH!! Ya perdiste el tiempo!! Bueno, antes que se me suelte la cadena de furiosidad, abandono el comentario, que por cierto se hizo bastante larguito.

Salud.

eMe dijo...

uh!

Si le cuento mis andanzas por la SiGEN lo perdemos a Roger por un ataque de "furiocidaT" =)

Rodrigo dijo...

Pará.... vos sos el nuevo del 4to piso? el que se queda siempre afuera?

jaja... con los pibes nos cagamos siempre de risa de vos. Che, todo bien. Está bueno tu blog.

Mirá las vueltas de la vida...