martes, 4 de diciembre de 2007

A brillar mi amor

Hay cosas que el ser humano debería ir incorporando a su quehacer cotidiano a medida que va avanzando en edad. Entre estas tareas se encuentran el poder cocinarse, planchar una camisa, afeitarse/depilarse, pintarse las uñas (en el caso de las minas o de los hombres "demasiado" coquetos) y por sobre todas las cosas LUSTRARSE LOS ZAPATOS.

Pero claro, hecha la ley hecha la trampa
Si uno no tiene la habilidad necesaria o simplemente está falto de voluntad, casi todos estos rubros tienen una alternativa (paga, por supuesto) que nos invita a evadir la responsabilidad: No querés cocinar? Delivery. Planchar una camisa es un garrón? Tintorería. Tenés miedo de quemarte con cera caliente y que te quede un bigote decorativo? Depiladoras de bozo, pierna entera, 1/2 pierna y cavado.
Te resulta muy difícil sacarle brillo a los zapatos de cuero? Te quedan siempre vetas? La solución tiene nombre y apellido: Lustra Botas



Estos gentiles Sres., que abundan en el centro de la Ciudad de Bs. As. son un camino de ida: cualquiera que alguna vez se haya auto lustrado los zapatos sabe que no es un trabajo fácil pero menos fácil es que queden bien.
Por lo general el resultado final "zafa".

El lustrabotas TIENE que tener un nombre corto. Cacho, Juan, Tito, Pepe. Esto permite que los carteles que lo rodeen incluyan su nombre como promoción "Lustrada Especial Cacho 2008".

Cual servicio de lavado de autos, uno puede optar por más de un tipo de lustrada. Las hay "normales", "especiales", "super-lustre" según el cajoncito donde descansemos nuestros zapatos.

Estos Sres., por lo general más borrachos que el resto de los vendedores ambulantes, invitan a probar con sus miles de latitas, cepillitos, cepillos, franelas y pinceles para atacar ese zapato sin vida y prolongar su existencia por espacio de al menos otras 2 semanas. Uno lo ve y piensa "este tipo tiene mil cepillos, varias pomadas y una cajón especial con apoya-zapatos... tiene que ser un groso".

Queridos lectores, no se dejen engañar: el lustrabotas callejero es a la higiene personal como la prostituación es al amor... (saquen sus propias conclusiones)

3 comentarios:

Rondita dijo...

Siempre supuse que los lustra zapatos eran una fantasía de las películas de holyllod y de los libros de literatura infantil hasta que empecé a trabajar en capital. En misiones directamente no hay zapatos, es a pata limpia (o sucia, según como se la mire) o a zapatillas los más adinerados. En La Plata ese tipo de profesionales no se encuentra, debe haber alguna ley de antaño donde se prohíba y persiga ese tipo de actividad por que jamás me cruce con uno. Nunca tuve el gusto de lustrarme de esta manera, me da cosa sentarme en los banquitos, me da la impresión de que uno esta fanfarroneando.
Un abrazo leito.

Anónimo dijo...

"Si quieres tomar leche, no tienes porqué comprarte una vaca", eso me lo dijo un amigo un día cuando, conversando sobre un terreno pequeño que me había comprado, le dije que me compraría una máquina para cortar cesped, esa misma que manejaba Forrest Gump. Entonces esta frase tiene mucho de cierto desde una mirada economicista. Leo, difiero contigo. Hay deseconomías de escala al lustrarse uno mismo los zapatos, la solución está en los lustrabotas o boleadores como se les dice en México. Comparto el comentario de R cuando dice que hay un poco de fanfarroneo, de hecho en alguna ocasión he desistido de usar sus servicios por vergüenza, hay un poco de servilidad en el hecho de que mi cabeza esté a un metro por sobre la de él. Pero lo cierto es que como en todos los sistemas, hay necesidades y satisfactores. Yo muchas veces, de hecho ahora me vi en la obligación, he comprado el cepillo y la pasta de zapatos negra (casi el color del uniforme de los zapatos del trabajo), pero lo cierto es que una lata de pasta durará ciertamente mucho tiempo más que el necesario para que se pierda, y cuando la encuentras te podrán ocurrir dos cosas, o la pasta está seca o no encuentras el cepillo, porque al final no todos somos tan ordenados ni tenemos espacios específicos en nuestras casas para dejar las cosas (como el destornillador de cruz por ejemplo). Así que al venirme a una tierra nueva con costumbres nuevas y gente distinta y taxistas furiosos, me sentí en un vacío importante cuando un día miré mis zapatos que traía nuevos desde Buenos Aires, estaban "sucios", lo pongo destacado porque no estaban con barro ni caca, estaban poco agradables a la vista. Claro, es cierto que los zapatos nuevos aguantan más, pero dos meses ya era algo arriesgado, además esa costumbre infantil de frotar mi empeine contra los gemelos de la pierna contraria la deseché muchos años atrás. En madrid no hay lustrabotas, no los hay. Entonces se dio la coincidencia de un viaje a Chile por temas de visado. Comencé entonces a conformar la lista del supermercado, primero en el ranking un cepillo y una lata de pasta negra, luego vino tinto y al final algún dulce que traer de vuelta a mis nuevos compañeros. Llegué a Chile y fui al supermercado, compré mis accesorios y los metí en la maleta, no me iba a dedicar a esos menesteres teniendo cosas más entretenidas que hacer como por ejemplo organizar asados por cualquier casade familiar donde me tocara ir. Bueno, la cosa es que hoy, habiendo transcurrido 5 meses de la compra de mis zapatos, esos que A.L. dijo que eran "pitucos", los he lustrado yo mismo una vez, y ahora no sé donde mierda dejé la pasta y el cepillo, que seguro andan juntos los dos en algún romance secreto.

Yo creo que las posibles soluciones al problema de los zapatos, y quizás L.K. sea un especimen raro que no tiene este problema, son cuatro:
1.- La existencia del Lustrabotas.
2.- Un hijo que te lustre los zapatos.
3.- Muchos hijos y una mujer que le lustre los zapatos a todos.
4.- Comprar zapatos nuevos cada dos meses.

Yo por mi parte buscaré mis adminículos porque mis zapatos están un poco deplorables.

Anónimo dijo...

2 reflexiones:
a-En el país del "zafe" (cultura que odio), a mi parecer, es condenable el zafar en cosas esenciales (ser honesto, íntegro, apasionado), pero en menudencias, como zapatos o camisas, no tengo ningún problema en planchar mal o no planchar.
b-"Las prostitutas al amor": a veces están buenas las prostitutas, a veces está bueno el amor, depende de lo que tengas ganas.