viernes, 4 de septiembre de 2009

Ni por las tapas

Uno no puede elegir las tapas de los libros que lee, pero debería poder. Hay gente que los forra con papel araña (el mismo con el que se forran los cuadernos de comunicaciones), pero me parece que es peor el remedio que la enfermedad.

Yo no soy de leer mucho, sobre todo leo lo que me regalan.
A veces, me regalan libros que me dan un poco de vergüencita o directamente no me gustan pero los sigo leyendo para no dejarlos a la mitad (siento como si me estuviera levantando del cine a la mitad de la película).

Hace tiempo leí un libro que me gustaba bastante poco y encima tenía de un lado, una foto ENORME del pelado e inconfundible autor; del otro lado, su nombre en letras de molde grandes como si fuera la cartelera de un teatro de la calle Corrientes.

Todavía me dura la vergüenza de llevarlo en el subte, tratando de ocultar las 2 partes a la vez (una contra mi pecho, la otra con la mano abierta).

Creo recordar que hasta llevaba una mochile exclusivamente para esconderlo.

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