Todos los martes juego al tenis.
A la nochecita, en un buen horario.
Tengo tiempo suficiente para ir a casa, cambiarme, comer una banana y salir.
Todos los martes ruego al cielo para que llueva mucho y no se pueda jugar.
Solo así puedo cambiar la rutina que me disfraza de deportista, y me puedo vestir de casual comensal, saltearme el ejercicio y pasar directamente a la agradable cena familiar de todos los martes.
Por qué no dejo de jugar al tenis, entonces?
Todos los martes me pregunto lo mismo.
martes, 20 de octubre de 2009
El mismo amor, la misma lluvia
Etiquetas: experiencias, preguntas existenciales, reflexiones
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4 comentarios:
y después no disfruta que no haya llovido? seguro que sigue jugando sólo por ese disfrute posterior del deber cumplido
cuando juego "lindo", sí.
ayer fue el caso.
Aunque no puedas creerlo (y no lo vas a creer) hace más de 6 meses abandoné los tradicionales almuerzos de oficina por partidos de tenis y padel en ese horario. Si Leo, no salgo más a reventarme hasta morir, ahora lo hago corriendo una pelotita amarilla. Como cambia la gente.
Cuando uno juega bien, siempre vale la pena el cambio, lástima que sea la minoría de las veces.
Un abrazo
Ciertamente no lo puedo creer!
Tenis y padel a la vez... nunca lo hubiera imaginado.
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